domingo, 28 de diciembre de 2014

Tenerife y yo

En mi primer viaje a Canarias llegé con mi amiga al aeropuerto de Los Rodeos donde nos esperaba un coche de alquiler.


No habíamos reservado hotel ni conocíamos la isla pero queríamos playa así que nos dirijimos al Sur, donde teníamos sol asegurado. Alguien nos recomendó ir a Los Cristianos, era un precioso pueblecito marinero con algunas
filas de chalets a medio construir

frente al mar. Y en uno de estos chalets, creo que de los pocos terminados, nos quedamos, a pesar de que nos daba un poco de miedo pues éramos las únicas habitantes de la urbanización. Pero fué lo primero que encontramos disponible.



 La vista era preciosa, una preciosa pequeña playa y al frente el puerto que terminaba en una subida y una muralla.Los Cristianos era un pueblo que quedaba aún lejos de Playa de las Américas y ni siquiera existía La Costa del Silencio.

Recorríamos la isla con nuestro coche de alquiler, mi carnet de conducir recién sacado y una curiosidad y una ilusión infinitas. El Teide, Garachico, Icod de los Vinos, Puerto de la Cruz, Los Gigantes.

Impresionante vista sobre las Cañadas del Teide

El Teide
Faltaban horas en el día para descubrir rincones, saborear las papas y los mojos, perdernos en los paisajes lunares y las junglas de plataneras y buganvillas y salir a bailar en Las Américas.

Desde aquél viaje relámpago de dos o tres días mi admiración por Tenerife crece y no para de crecer, gigante como ese volcán en medio del Atlántico.

Arte en la calle en Santa Cruz
Y mi deseo de disfrutar de ese mar azul cobalto mezclado con espuma que lo rodea, de esas laderas cubiertas de flores, de esas playas negras, blancas y rojas con la imponente montaña detrás siguen despertando en mí las mismas emociones descubiertas en aquél mi primer viaje a Tenerife, a donde siempre tengo ganas de volver.

Espero que te guste tanto como a mí.